Todo cuanto hay aquí, en esta
existencia, en esta realidad, forma parte de un mismo ser, es un mismo
ser. El ser que ves, que sientes, que respiras, supone una misma esencia
sin dentro ni fuera, sin tú ni yo, siendo solamente Uno. Esta
conciencia de unidad permite la entrada al portal de la casa de Dios, a
nuestro hogar. El hogar de la vida es la vida misma siendo, el hogar de
la conciencia es verse en su ser… Este verse, este ser consciente de ti,
significa habitar el paraíso supremo.
Tú eres la luz que vive más allá de las
formas y de los nombres, tú eres la luz que es causa de todos los
nombres y formas. La causa de todo cuanto existe es el amor, la razón de
esta manifestación es el resultado de un querer manifestarse, de una
voluntad de existencia: y esta voluntad sólo puede ser originada por una
única energía, esa energía que lo mueve todo y que llamamos amor.
El alma es el amor viviendo en los
seres… El amor de Dios, a través de su voluntad natural, da luz a la
creación, al milagro de ser. No hay tiempo para el ser, su consistir es
siempre ahora, su naturaleza responde a una eternidad teniendo lugar
ahora. ‘Ahora’ se ve el pasado, el futuro, el presente, el no-tiempo,
las infinitas dimensiones del ser, el profundo horizonte de sus sueños,
de las estrellas y galaxias, de los mundos y territorios más allá de lo
pensable y más cerca de lo sentido y de lo amado: en la posibilidad sin
fin del ser eterno.
Lo que ha nacido del amor goza de la
cualidad eterna de lo sagrado, se sustancia como un alma viva y se
presencia como el espíritu total, como la conciencia única acariciada
por una indescriptible magnificencia. La cualidad del alma que se ve
renacida como espíritu abraza en su espontáneo reconocimiento la raíz
inmortal que la ha erigido. La grandeza del espíritu se asemeja a un
árbol de incontables ramajes, de interminables raíces, de increíbles
simetrías sujetadas por un tronco luminoso cuyas ramas, hojas y frutos
parecen señalar como una flecha el cielo allá en lo alto: verdadera
procedencia de sus raíces y de su semilla original.
Somos hijos de la luz y de las
estrellas, de los ilimitados espacios lejanos –y tan cercanos a la vez-
que nos maravilla contemplar en las noches que arropan misterios
celestes, blancos puntos parpadeantes acariciando el alma, fugaces
astros eternizando un instante y llenando de sentido y de infinitud
nuestros sueños del alma… Maravillarse con este esplendor es la gran y
perfecta oración, guardar silencio para escuchar el canto deslumbrante
de la creación nos llena de ella y nos unifica con lo que somos.
Abrazando este inabarcable suceder que llamamos existencia expandimos
nuestro pecho y nuestro corazón y revivimos, reconocemos, recordamos…
que el universo existe por la luz del amor.
http://lasletrasdelaire.blogspot.com.es/2012/08/el-universo-existe-por-la-luz-del-amor.html
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